Los colores de la cocina coreana

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Según la tradición gastronómica coreana, una comida debe componerse de cinco colores en proporciones iguales: rojo, negro, azul, blanco y amarillo. Cada uno se asocia a un elemento de la naturaleza y juntos representan las cinco energías cósmicas necesarias para la armonía interior

Si alguna vez has tenido ocasión de probar un bibimbap, uno de los platos más representativos de la cocina coreana, sin duda te habrá sorprendido la variedad de colores y el cuidado con el que se ordenan. Un orden que en poco tiempo se convierte en caos, puesto que la única indicación que acompaña este plato es mezclar muy bien todos los ingredientes antes de empezar a comer (bibimbap significa arroz mezclado).

Se cree que el origen de este plato se encuentra en la tradición de dar ofrendas a los ancestros. Se preparaba mezclando unas sobras de arroz con distintas guarniciones (llamadas banchan), como verduras, algas, carnes y huevos. Pero ¿este origen justifica sus colores? ¿Y por qué otros platos coreanos tienen ingredientes diferentes pero conservan la misma combinación de colores? Su explicación tiene un trasfondo más filosófico.

Según el obangsaek (오방색), cada plato debe contener los cinco colores tradicionales coreanos. Este principio se basa en el taoísmo, cuya idea es vivir en armonía, y vincula esta corriente filosófica con la gastronomía. Cada color representa un elemento de la naturaleza: fuego (rojo), agua (negro), árbol (azul o verde), metal (blanco) y tierra (amarillo). Pero también se relacionan con una estación, un punto cardinal, un sabor, entre muchos otros elementos del mundo. Los 5 colores simbolizan el cosmos en su totalidad.

Se eligen cuidadosamente los ingredientes para aportar estos colores. Por ejemplo, se usa guindilla, pimiento o zanahoria para el rojo; carne, algas o setas para el negro; el azul se sustituye a menudo por el verde y se utiliza cebolleta, calabacín o pepino; con el arroz o la clara de huevo proporcionamos el blanco, y con la yema completamos el último color que nos falta, el amarillo. El secreto es reunir estos cinco colores de manera equilibrada y en proporciones iguales para conseguir una armonía visual y un equilibrio en los nutrientes que demanda nuestro cuerpo.

El mosaico de colores que compone el bibimbap no es nada menos que un reflejo del mundo y del universo. Brinda a los alimentos el valor que se merecen y nos recuerda que en una sociedad cada vez más tecnológica, edificada e industrial es una manera de conectar con la naturaleza.

Por Aurelia Duchemin

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