Homenaje a la barra de bar

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Un artículo de María Eloy García.

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El término ‘bar’ en su sentido actual procede del inglés. En ese idioma, bar significa barra o barrera, y designaba originalmente a la barra que se encuentra en la parte inferior del mostrador donde los clientes descansan sus pies mientras disfrutan su consumición sentados en altos bancos.

Se suele argumentar que el origen etimológico de la palabra ‘tapa’ proviene de la costumbre antigua de tapar las copas y vasos de vino en las tabernas y mesones con un trozo de pan o con una rebanada de jamón para impedir que entrasen moscas y mosquitos, o que se depositase polvo en el interior.

Hagamos un homenaje a la tradición oral como romance cantado por los camareros: chopo, chopitos, calamares, calamaritos… Veamos que en el cantar subyace una enumeración (toda enumeración es bellísima) de mayor a menor. Luego, el pequeño detenimiento en la enumeración, como tensión dramática: chopos, chopitos, calamares, calamaritos… el pargo, la lubina. Es necesaria esa cesura y ese cambio de ritmo para cambiar la enumeración y no cansar al cliente.

Luego tenemos los diminutivos, todo es más delicado en diminutivo: puntillitas, tortitas, filetitos… Un camarero sabe proyectar la voz e insinuar con la cadencia de la voz lo que no es interesante pedir: chopos, chopitos, calamares, calamaritos, pipirrana (en un tono desapegado y monótono, casi musitado, porque la pipirrana es barata y lleva un siglo en el expositor).

“Otra ronda” colandcol
Es interesante detenerse en los ingenios de tapas para vender mucha bebida y rellenar constantemente las copas de los parroquianos. Huevos duros con sal y pimentón para que rueden por el esófago hechos bolo alimenticio y necesite uno tres tintos para desengancharlo del cervical; marisco con toneladas de pimienta blanca añadida para estallar en los labios y en la lengua de manera sutil y en racimo, más vino oiga. No hablamos de maridaje, hablamos de ventas. Qué bonita declaración de intenciones que una venta se llame venta.

Yo me crié en bar, cuando la barra me rozaba la frente, cuando las mirindas y las navajas hacían su gástrica mezcla, cuando albondigón era la bola de Sísifo para mis tiernos 13 años, cuando las tortas de Algarrobo dejaban la pequeña matalahúva rodando entre los dientes.

Educada en barra de bar soy adoradora de grifos y otras aladas espirituosidades. Brindo porque nunca se acabe la charla de bar, los codos en la barra fría inoxidable, brindo por las verdades a medias del señor con el palillo y el prejuicio en la boca y brindo por las conchas de ensalada tropical y los pinchos de tortilla con cerveza para toda la eternidad. Tres letras tiene bar, son tan pocas: solo es un juntar de labios y un expulsar con rabia la aaaaaaa, como en un orgasmo. Nos vemos en el bar es mi definición del más puro optimismo.

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